¿Qué implica una pérdida?
La pérdida siempre origina, entre otros sentimientos, como puede ser el de rabia, un SENTIMIENTO DE TRISTEZA.
Ante ciertas situaciones: diagnóstico de cáncer, pérdida de trabajo, ruptura de pareja… podemos entrar en crisis y derivar en depresión y/o ansiedad.
Es importante tener presente que se trata de una reacción ante un determinado acontecimiento, y no tratarlo como una patología mental que lo único que hace es añadir una carga más a la persona.
Al contrario, se trata de un proceso natural de adaptación emocional que acompaña, no “además de”.
Por pequeña que sea, una pérdida siempre implica realizar un proceso de duelo, o lo que en psicología llamamos “elaborar un duelo”.
Tenemos derecho a sentirnos mal
Llorar no es ser débil; sentirte mal, triste, no es ser débil. Ser “fuerte” no consiste en “no sentir” o no expresar tus emociones.
La fortaleza radica en la capacidad de conectar con el dolor cuando es necesario, en permitirse ser vulnerable.
La vulnerabilidad implica la capacidad de no tener miedo a abrirnos a nosotra(o)s misma(o)s, recnociendo nuestros miedos, limitaciones y sentimientos, y abrirse a los demás, a la intimidad (escogiendo a quién).
Sí, es cierto que la vulnerabilidad alerta sobre que nos pueden hacer daño, pero cuando quieres, cuando amas a alguien te expones porque confías en que esa persona no te hará daño (aunque en realidad es imposible tener esa certeza).
No podemos amar o vincularnos afectivamente sin permitirnos sentirnos vulnerables.
Podemos sentirnos vulnerables ante alguna cosa concreta en algún momento determinado: cuando empezamos a conocer a alguien, cuando vamos a hablar en público, etc. Nos sentimos expuesta(o)s en esos momentos, y eso nos genera malestar, pero a la vez nos está indicando a qué miedo hemos de enfrentarnos (al rechazo, a la crítica…)
El problema es cuando vemos nuestro YO como vulnerable (frágil, desprotegido). En este caso es esencial trabajar nuestra autoconfianza y autosuficiencia. Empezar a focalizar en aquello ante lo que no nos sentimos vulnerables y desde ese punto base de seguridad ir paso a paso ampliándolo.
Permitirnos sentirnos vulnerables nos pemitirá afrontar y gestionar de una manera más adaptativa nuestros miedos y determinadas situaciones a las que nos enfrentamos.
La tristeza tiene como cualquier sentimiento una función adaptativa
Cualquier emoción que tengamos es legítima, es lo que sentimos en ese momento, y en absoluto hemos de avergonzarnos sea lo que sea lo que estemos sintiendo.
La sociedad en la que vivimos negativiza y dificulta la expresión de los sentimientos: llorar es de débiles, o al menos está mal visto, y nos da pudor hacerlo en público; no se favorece el tiempo necesario para elaborar duelos de pérdidas importantes; sentir miedo es de cobardes… pero los sentimientos SON y nos los debemos permitir sin culpabilizarnos.
Las emociones son útiles, y es importante tomar conciencia, por mucho que algunas generen malestar. El problema es cuando pierden su utilidad, y aún permanecemos en ellas.
La utilidad de la tristeza es la de avisarnos de una pérdida, de que hemos perdido algo que para nosotra(o)s era importante, ya sea a nivel físico o simbólico (sueños, algo que se deseaba). Nos moviliza hacia el descanso, al recogimiento, a estar a solas con nuestro dolor, a escucharnos, a ahorrar energía, a encontrar la compasión y el apoyo de los demás…
De este modo, la tristeza nos permitirá el proceso de adaptación y lograr aceptar la pérdida. Precisamente en este proceso de adaptación y aceptación consiste el proceso de elaborar un duelo. En mi próximo post hablaré sobre ello.
Si quieres recibir más información sobre cómo gestionar una pérdida o la tristeza, ponte en contacto a través del mail psicologa@monicatimon.com o pidiendo cita y en breve recibirás una respuesta.
0 comentarios