Esa sensibilidad y apertura que tenemos (en general) hacia el dolor ajeno, sin pasar de ello o evitarlo, facilita en nosotros el deseo de aliviarlo, (seguramente) con cuidado y atenciones. Cuando esto lo aplicamos al yo (a nosotros mismos) no se dan juicios negativos por los propios fracasos, fallos o debilidades, que se comprenden como si fueran de otro y, en definitiva, nos hace vernos más humanos ¡que es lo que somos!, no lo olvidemos, humanos imperfectos y con limitaciones. ¿Crees que la crítica dura es un motivador eficaz?, nada más lejos de la verdad ¡nos hace temer el fracaso y perder la confianza en nosotros mismos!, ¡nos culpabiliza, impidiéndonos avanzar (la culpa siempre bloquea)!
Veamos algunos ejemplos de cómo practicar la autoempatía.
1. Considera cómo tratarías a otra persona
Piensa en un/a muy buen/a amigo/a que te quiere y acepta, que conoce tus fuerzas y tus debilidades, incluyendo el aspecto de ti mismo sobre el que te estás juzgando. Reflexiona sobre lo que este/a amigo/a siente hacia ti, y cómo eres querido/a y aceptado/a tal y como eres, con todas tus limitaciones.
Ahora, escribe una carta dirigida a ti mismo desde la perspectiva de este amigo/a, centrándote en la limitación percibida por la que te tiendes a juzgar ¿Qué te diría este amigo/a acerca de tu «defecto»?, ¿cómo transmitiría ese amigo el cariño que él/ella siente por ti?
La idea de escribirlo es tomar más conciencia del tipo de pensamientos y lenguaje utilizados, que va a facilitar que nos juzguemos de una manera menos destructiva. Puedes simplemente imaginarlo, pero el ejercicio de escribirlo te obliga a tenerlo más presente.
2. Cuida tu lenguaje.
Podemos estar tan acostumbrados a criticarnos a nosotros mismos que ni nos damos cuenta de que lo estamos haciendo. Por lo tanto ¡prestemos especial atención a las palabras que usamos para hablar con nosotros mismos, a nuestro diálogo interno! Vigilemos los TENDRÍA QUE, los DEBERÍA HABER, soy CULPABLE.
3. Consuélate a ti mismo con un gesto físico (un abrazo, una caricia).
Los gestos físicos tienen un efecto inmediato en nuestros cuerpos, pues la activación del sistema nervioso parasimpático facilita el bienestar y que nos calmemos. Aunque no sea fácil suscitar el sentimiento de calidez o ternura, un simple auto-abrazo libera oxitocinas que cambian nuestra bioquímica cerebral. Quizás parezca algo tonto, pero el abrazarnos, facilitarnos una caricia, tiene efectos fisiológicos beneficiosos REALES. Intentemos que esa caricia o abrazo no sea de forma automática, rápida ¿Verdad que no es lo mismo cuando damos un abrazo a alguien “por darlo” que cuando lo sentimos y nos damos el tiempo suficiente para tomar conciencia de las sensaciones que nos genera? Pues lo mismo, cuando nos demos un abrazo o caricia, recreémonos en sentir.
4. Memoriza un conjunto de frases compasivas.
Siempre que te encuentres diciendo: «soy horrible», ayuda tener un par de frases, ya pensadas previamente, para que te puedas ir diciendo a ti mismo, contrarrestando el otro tipo de contenido más destructivo. Por ejemplo, “tengo derecho a perdonarme”, “tengo derecho a cometer errores, a no ser perfecto/a”. Piensa y elige frases que realmente vayan contigo y que pienses que te podrían ayudar en esos momentos.
0 comentarios