Tras la primera sesión http://www.monicatimon.com/2015/05/taller-el-cuidado-de-la-persona.html en la
segunda sesión del taller “El cuidado de la persona cuidadora” trabajamos cómo nos sentíamos en relación a nuestro rol
de persona cuidadora. Sentimientos positivos (satisfacción, reconocimiento...)
son sentimientos positivos que acompañan al hecho de cuidar a alguien que es
importante para nosotros por el simple hecho de intentar hacer feliz o ayudar a
esa persona. Pero hemos de prestar atención al hecho de no basar nuestra autoestima,
nuestra valía o nuestro reconocimiento únicamente en nuestro papel de
cuidadora. No siempre podremos tener el reconocimiento de la persona que
cuidamos ni de los de nuestro entorno. Y además somos mucho más que personas
atentas, responsables de los otros... cuidadoras. Hicimos un ejercicio que
consistió en anotar aquellos aspectos que considerábamos que formaban parte de
nuestra valía como personas, y pudimos observar que en muchos casos TODAS
estaban relacionadas con el cuidado. Es importante que ampliemos aquellos
aspectos en los que basamos nuestra autoestima. Les propuse un reto: durante
dos semanas, al acabar el día anotar algo que hayas hecho de lo que te sientas
orgullosa y que te podría hacer decir ¡bien por mí! intentando que no tenga que
ver con el hecho de estar cuidando a otra persona. Haremos ese esfuerzo y en la
siguiente sesión veremos qué ha pasado.
Cuidar también os enfrenta a sentimientos negativos, de
tristeza, impotencia, de sentiros inútiles cuando no nos reconocen o no vemos
progresos, rabia… En ese momento trabajamos qué implican los cambios, las pérdidas
y en qué consiste el proceso de duelo. El proceso de duelo se realiza desde el
PRESENTE e implica una ACEPTACIÓN de la realidad (por dolorosa que sea) y una
progresiva adaptación a esa realidad. Hicimos la distinción entre sentir dolor
y sufrir, señalando que si el dolor y conectar con él forma parte natural del proceso
de duelo sufrir no. Cada persona compartió cómo se sentía ante la realidad
existente y los cambios que se habían o estaban provocando en su vida,
analizando en qué momento estamos y facilitando claves para una mejor
adaptación al momento que estamos viviendo.
Por último en parejas pensamos cuáles eran nuestras
cualidades como cuidadoras, y luego la pregunta clave: si en vuestra vida
cotidiana no podéis alcanzar esos ideales, ¿cómo os sentís?
¿Cómo nos sentimos cuando mi habilidad de ser paciente o
de ser una persona que sabe dar ánimos no está presente? CULPA fue el
sentimiento que surgió.
Y estuvimos trabajando cómo podemos enfrentarnos a esos sentimientos
de culpa que bloquean e inmovilizan para el cambio. Porque ¿realmente siempre
estamos anímicamente preparados para ser personas animosas, aunque sea una de
nuestras cualidades al cuidar?, ¿siempre tenemos la suficiente templanza como
ser pacientes, aunque forme parte de nuestra forma de ser? Y es más, ¿tenemos
la obligación de estarlo o de serlo SEMPRE? Unas pistas sobre cómo proceder
ante la culpa:
1.
Identificar cuándo y por qué me siento culpable.
2.
Normalizar, cuando proceda, este sentimiento.
3. Expresarlo
con personas de confianza.
4.
Distinguir los ideales de la realidad.
5. Sustituir “los deberías” por “me gustaría”,
“desearía...”.
6.
Marcarse metas realistas y alcanzables.
7. Aceptar que cuidarse es necesario y no una actitud
egoísta.
En definitiva se trata de situar en un plano las
creencias, deberes, normas y en otro, la realidad; de flexibilizar nuestros
valores, ya que unos valores rígidos no nos hace menos responsables pero sí
generan intenso malestar y minan nuestra autoestima; revisar las normas y en
lugar de “debería”, utilizar “me gustaría”, “preferiría”, pues las normas han
de ser flexibles y han de fomentar la vida en lugar de limitarla.
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