El sentimiento de impotencia, el
profundo dolor emocional que resulta de no poder remediar una situación o
circunstancia desagradable, o de no poder llevar a cabo aquello que queremos, es uno de los
sentimientos que, al analizar nuestra línea de vida, observamos que estaba íntimamente asociado
a aquellas situaciones que nos habían generado rabia.
En muchas ocasiones nos sentimos impotentes
ante determinadas situaciones y sentimos que no podemos hacer nada. Esta
actitud, ese significado que le damos a la situación (no tengo recursos, no
tengo el control, no puedo hacerle frente…) genera ese sentimiento de malestar
y dolor emocional, en un primer momento, en ese presente, inevitable. El problema viene cuando luego no somos
capaces de cambiar esa actitud, y el DOLOR acaba convirtiéndose en SUFRIMIENTO.
¿Quiere decir esto que cambiando mi actitud y significado ante la situación
puedo evitar sufrir?. SÍ. No podemos evitar el DOLOR, pero sí podemos evitar
SUFRIR, podemos elegir (aunque no siempre sea fácil) dejar de sufrir. ¿Cómo?
Este fue uno de los puntos clave que trabajamos en esta sesión a partir de
revisar aquellas situaciones que vivimos con impotencia.
Aceptar la impotencia que uno siente ante situaciones sobre
las que no tiene ningún control ni cuenta con ninguna alternativa (o al menos no la que
nosotras queremos). Es cierto que yo no tenemos control sobre las cosas que
pueden pasarme en la vida: accidente, muerte de un ser querido… la relación
de poder que supone el rol jefe/empleado y por la cuál a veces he de reprimir
expresar ente él ciertas ideas, pensamientos; que no quiera comunicarse conmigo
una persona importante para mí; que no esté a mi lado alguien a quien “creo”
necesitar como apoyo, etc. Es cierto que no tenemos control sobre eso, ¡pero
siempre podemos elegir tener el CONTROL sobre cómo afrontamos esa situación!,
sobre qué hacemos ante esa situación ¡pues siempre podemos hacer algo al respecto!. La sensación de que tenemos el control es en
sí ya importantísima para favorecer que elijamos:
1. Aceptar la
realidad ¡Cuántas veces nos “enganchamos” al quiero que la situación cambie, cuando eso es imposible, o a que “la vida siga igual”. Hay un cuento de Jorge Bucay, Juan Sinpiernas, que me gusta mucho para trabajar este
aspecto. No negar la realidad, aceptando
el dolor inicial.
2. Responsabilizarme. “Yo tengo rabia porque…” NO “tú me generas rabia; tú me cabreas”.
Responsabilizarnos de nuestra rabia será el camino para poder pasar al
siguiente punto.
3. Analizar
recursos, soluciones, alternativas de acción… que además, si hemos aceptado la
realidad, irán en dirección diferente a
la que quizá sería la que pensamos erróneamente como nuestra solución ideal.
Por último
estuvimos trabajando con la autoempatía, como recurso para aquella rabia que
dirigimos hacia nosotras mismas. Pero esto lo dejo para otro post.
Comentarios
Publicar un comentario