Reconocer
el estrés es el primer paso para afrontarlo. No siempre es fácil, pues uno de
los principales problemas es que con frecuencia ni siquiera nos damos cuenta de
nuestro nivel de estrés. ¿Por qué?
Leímos
una pequeña historia que resumo:
Un grupo de investigadores puso a hervir una olla con
agua. Cuando el agua empezó a hervir metieron a una rana.
Ésta, al contacto con el agua hirviendo, saltó hacia
fuera inmediatamente.
Así salvó su
vida.
Más adelante, colocaron a la rana dentro de la misma
olla, pero con agua fría. Pusieron la olla en el fuego, con una llama muy
pequeña.
El agua se iba calentando lentamente, hasta que hirvió.
La rana no se dio cuenta del cambio de temperatura y
murió.
1.
Nos acostumbramos a la vida que llevamos y ya no le prestamos atención a lo que
sentimos. Llevamos, quizá, un ritmo frenético, desaforado… y lo encontramos
normal, natural. Nuestro organismo se va acostumbrando a ese de nivel de
arousal (activación) y no nos damos cuenta de que nos vamos agotando, de que
estamos haciendo que nuestro organismo llegue al límite. ¡Podemos cronificar el estrés! Otras veces no
somos conscientes de nuestro nivel de estrés hasta que vemos que “no podemos
más”, el cuerpo dice basta, enfermamos. Creo que es muy importante escuchar a
nuestro cuerpo, pararnos y sentirlo, atender a sus necesidades; si tenemos la
sensación de que si nos paramos, "nos vamos a quedar”, es que lo hemos hecho
demasiado tarde, estamos funcionando con las últimas reservas de energía y si
nos detenemos el cuerpo ya no responderá porque necesita reponerse. La idea de
darnos una pausa es liberar a nuestro organismo de ese grado de tensión (bajar
nuestro nivel de arousal) para poder volver a recargar el cuerpo con nueva
energía que nos permitirá continuar en caso de que la situación en que nos
veamos envueltos lo requiera. Darnos un respiro es importantísimo para seguir
avanzando en situaciones emocionalmente intensas y demandantes, el problema es
que a veces nos decimos “no puedo”, no me puedo permitir esos momentos para mí, para
realizar alguna cosa que me relaje, que me distraiga.
2.
Le quitamos importancia, porque creemos que no podemos hacer nada para cambiar
lo que está pasando. Sobre esto volveremos en la siguiente sesión.
Nos
llevamos unos deberes para casa: volvemos a retomar esa situación que nos había
generado estrés y pensamos qué tipo de estrategias utilizamos para
afrontarlo; ¿qué es lo que hicimos?
Comentarios
Publicar un comentario